INTERVENCIÓN
DEL DR. DOMINGO FELIPE CAVALLO
DEBATE
EN RELACIÓN AL
PROYECTO
DE LEY DE PRESUPUESTO PARA EL EJERCICIO 2000
Sesión
del 16 de Diciembre de 1999
En Buenos
Aires, a los dieciséis días del mes de diciembre de
1999, a la hora 12 y 9:
Sr. PRESIDENTE
(Pascual).- Continúa la sesión.
Aquí
DICTAMEN SOBRE PROYECTO DE LEY DE PRESUPUESTO PARA EL
EJERCICIO 2000 (expediente 12-JGM-99)
Sr. CAVALLO.- Señor
presidente: no cabe duda acerca de que en nuestro
país el nivel del gasto público es excesivo. Tan
así es que las estimaciones más fidedignas para el
año 1999 hablan de 91.800 millones de pesos, cifra
referida al gasto público nacional, el gasto de los
gobiernos provinciales, el de la Ciudad de Buenos
Aires y el de los gobiernos municipales, consolidado
y sin duplicación.
Por supuesto, estamos
hablando de un nivel de gastos muy elevado ya que
representa el 33 por ciento del producto bruto
interno, según las estimaciones realizadas por el
Ministerio de Economía y Obras y Servicios Públicos
y las respectivas agencias técnicas.
Es necesario reflexionar en
primer término acerca de cómo evoluciona el nivel
del gasto y, en segundo lugar, cuál es su
composición actual, ya que entender esta cuestión
es clave para encontrar una solución a este grave
problema.
Entre 1991 y 1995 el gasto
público consolidado pasó de 51.400 millones de
pesos a 83.700 millones, según las mediciones
estadísticas oficiales. Pero ya en 1995 todos
aquellos analistas políticos y económicos que
opinaban sobre las causas de la crisis del tequila
sostenían que el nivel del gasto público era
excesivo.
¿Cuál es el origen del
aumento del gasto público que se registra entre 1991
y 1995? La razón de este incremento se relaciona con
dos rubros de suma importancia. Uno de ellos es el
presupuesto de las prestaciones jubilatorias que en
esa época se triplicaron como consecuencia de la
decisión política adoptada por el Congreso de la
Nación en el sentido de dar cumplimiento pleno a las
leyes jubilatorias vigentes.
Conviene recordar que hasta
el año 1991 y por muchas décadas no se cumplió con
los jubilados, ya que el haber que percibían era
menor de lo que establecían las distintas leyes
jubilatorias. Por este motivo en septiembre de 1992 y
a raíz de la interpretación que se hizo de la ley
respectiva -quizá restrictiva y poco equitativa con
los jubilados-, se comenzó a pagar conforme lo
establecido.
Por otra parte, se
consolidaron los pasivos por los reclamos legítimos
que habían hecho los jubilados, se entregaron
bocones y se comenzaron a hacer efectivas las
sentencias dictadas por los tribunales. Estas
decisiones tuvieron un fuerte impacto en el gasto
público a raíz de que se triplicó el monto
destinado a prestaciones jubilatorias. Ese fue el
factor que mayor incidencia tuvo en el crecimiento
del gasto público. Pero simultáneamente
hubo un segundo factor -del
mismo orden de importancia-, que fue el aumento del
gasto del conjunto de las provincias, que pasó de
16.900 millones de pesos en 1991 a 32.700 millones en
el año 1995. Es decir que se registró un aumento de
alrededor del 80 por ciento para el conjunto de las
provincias.
¿Qué sucedió con el resto
de los gastos de la Nación? Prácticamente se
mantuvieron constantes entre 1991 y 1995, ya que
crecieron muy poco. Si bien los intereses de la deuda
aparecen aumentando algo, ello se debió
fundamentalmente a que se comenzaron a contabilizar
pagos de intereses por una deuda que venía de antes
y que fue reconocida, como por ejemplo los bocones
previsionales, las deudas con las provincias y las
deudas con proveedores.
Pero, como dije, en ese
período no hubo aumento del endeudamiento público.
Por el contrario, este último disminuyó porque el
producido de las privatizaciones se aplicó a reducir
la deuda pública.
Se explique como se
explique, en 1995 el gasto público ya estaba en un
nivel muy alto. Si bien la crisis del tequila venía
de afuera y fue injusta porque nos mezclaron
con México cuando nuestra experiencia anterior
había sido bastante diferente-, nos hizo tomar
conciencia de que habíamos llegado a un nivel de
gastos excesivo tanto en la Nación como en las
provincias.
En ese momento se adoptaron
dos decisiones claves para el futuro del país. Una
de ellas fue la ley de solidaridad previsional, que
entre otras cosas cortó el escalamiento de las
jubilaciones de los que se habían jubilado por
regímenes de las viejas empresas del Estado y
seguían enganchados a las remuneraciones de los que
están en actividad, las que en algunos casos se
habían triplicado o cuadruplicado luego de las
privatizaciones.
Asimismo, se fijó un tope
máximo a las jubilaciones elevadas y en este
Congreso se decidió eliminar las jubilaciones de
privilegio hacia el futuro.
Obviamente ese conjunto de
decisiones impuso sacrificios a los jubilados, si
bien se trató de que esos sacrificios los hicieran
aquellos jubilados que en realidad estaban en la
mejor posición. Sin embargo, eran jubilados y en
muchos casos tenían derechos legítimos tanto a esos
altos niveles jubilatorios como al escalamiento que
he mencionado.
Se tomó la decisión
política de imponer limitaciones a través de la ley
de solidaridad previsional, y esta norma sí
funcionó. Si bien funcionó con sacrificio para los
jubilados reitero-, lo hizo a tal punto de que
la cifra destinada a jubilaciones nacionales del año
1995, que era de 16.300 millones de pesos, se mantuvo
inalterada hasta 1999 inclusive, ya que en la
actualidad sigue siendo de 16.300 millones de pesos.
Esa ley cumplió con el
objetivo previsto: dejó de crecer el gasto
previsional, pero debo recalcar nuevamente que no sin
sacrificio por parte de los jubilados. En este
sentido, por ejemplo, no se logró aumentar el
mínimo del haber jubilatorio, pese a que había
voluntad política de todos los sectores para
hacerlo. Por eso creo que si hay algo que debemos
hacer muy pronto es tratar de reparar esta
injusticia, porque si hay un sector que desde el año
1995 en adelante no ha recibido ningún tipo de
aporte del resto de la sociedad es el de los
jubilados y pensionados.
Pero en ese mismo momento se
puso en marcha una decisión que se había tomado
unos años antes, en 1993. Me refiero al segundo
pacto federal fiscal, al que se arribó para detener
el crecimiento vertiginoso de los gastos provinciales
y para contribuir a sanear la situación de las
provincias. Por ejemplo, la Nación asumió el
compromiso de aceptar las cajas de jubilaciones
provinciales que los gobiernos decidieran transferir,
compromiso que significó que la Nación pasara a
hacerse cargo del déficit de cajas provinciales por
1.300 millones de pesos.
Por eso, cuando uno mira el
presupuesto nacional a nivel de las partidas para
jubilados, éstas aparecen incrementadas en 1.300
millones de pesos, pero no porque los jubilados
nacionales estén recibiendo más, sino que el único
aumento que figura en el presupuesto es para la
absorción de las cajas provinciales.
¿Qué sucedió con el Pacto
Federal Fiscal? En 1996 dio resultado porque por
ejemplo el gasto conjunto de las provincias se
mantuvo en 32.320 millones de pesos, o sea, el mismo
nivel que en 1995.
Cabe preguntar cuál es el
problema en la actualidad. Si hasta 1996 no se había
incrementado el gasto de las provincias ni el
correspondiente a la seguridad social, ¿por qué
terminamos en 1999 con 91.800 millones de pesos de
gasto consolidados contra los 83.700 del año en que
se produjo la crisis del tequila? ¿Por qué aumentó
el gasto en más de 8 mil millones de pesos desde la
crisis del tequila hasta el presente?
En mi opinión la respuesta
a este interrogante es que en las provincias en el
transcurso de dos años, 1997 y 1998, el gasto
creció en 4.300 millones de pesos; en el conjunto de
los municipios el gasto ascendió de 1995 a 1999 en
1.000 millones de pesos, y en la Nación 2.800
millones de la misma moneda.
Seguidamente me referiré al
aumento del gasto a nivel nacional. Estos 2.800
millones de pesos son casi en su totalidad producto
del incremento de los servicios de la deuda pública.
Sucede que se operaron aumentos en la tasa de
interés sobre el stock de deuda, y además
fue creciendo la deuda porque desde 1995 en adelante,
a diferencia de lo que había sucedido hasta
entonces, comenzaron a surgir los déficit fiscales.
En ese sentido cabe recordar que en un régimen de
convertibilidad los déficit fiscales sólo se pueden
financiar con endeudamiento.
El tema de la deuda es muy
sencillo. Una cosa es el stock de deuda
acumulada que existía a fines de la década del 80,
que seguía siendo el mismo a fines de 1994 o se
había reducido un poco porque se logró cierta
reestructuración, y algo muy diferente es la deuda a
partir de ese momento, que se fue incrementando por
los déficit, y por supuesto cuando aumenta el riesgo
país, por la tasa de interés.
Hay algo que deseo que quede
bien en claro. El gobierno nacional puede reducir el
gasto. En verdad espero que logre implementar esta
valiente reducción de 1.418 millones de pesos, entre
lo que ya había definido la Comisión de Presupuesto
y Hacienda y lo que ha decidido proponer la Alianza,
que va a quedar reflejada en este proyecto de ley de
presupuesto. Ojalá se pueda cumplir. Sin embargo, es
necesario tener presente que el grueso del aumento
del gasto nacional corresponde a la deuda y a sus
intereses en la medida en que estos se mantengan
altos.
Si se pretende disminuir el
gasto es inexorable trabajar para que baje el gasto
de las provincias, y esto no significa perjudicar a
sus habitantes, que en definitiva son ciudadanos de
la Nación -incluyo entre ellas a la ciudad de Buenos
Aires. Lo que quiero decir es que la plata no debe
ser gastada por las burocracias provinciales y que no
se puede seguir alimentando la ineficiencia y la
corrupción, que existe y mucha, aunque no en todas
las provincias por igual. Obviamente hay provincias
ante las que habría que sacarse el sombrero porque
se han manejado muy bien. Por ejemplo, me consta que
Santa Cruz, La Pampa y San Luis son provincias que
han tenido un manejo presupuestario ejemplar, otras
normal, pero en algunas fue desastroso, y si no se
corrige ese problema se continuará castigando a los
jubilados.
Formulo esta afirmación
porque desde 1995 en adelante el único sector que
contribuyó con su esfuerzo a contener el crecimiento
del gasto público es el de los jubilados y
pensionados nacionales. Todos los candidatos a
presidente de la Nación dijimos que haríamos el
máximo
esfuerzo para reparar esa
injusticia, y no lo estamos haciendo. En este
proyecto de ley de presupuesto no se contempla para
nada la reparación de la situación de los
jubilados; por eso voy a volver a insistir en este
tema de las transferencias a las provincias. Es bueno
el compromiso federal; estos 1.350 millones de pesos
representan un nivel adecuado, pero no es razonable
que se consienta que lo que las provincias debieron
transferir a los docentes, haciendo un uso adecuado
de los recursos federales que fueron recibiendo
durante estos años, deba ser financiado desde el
presupuesto nacional. Se debería retener a las
provincias el monto de las transferencias en función
del grado de incumplimiento del pacto fiscal del año
1993 y no en forma proporcional, y alimentar de ahí
el fondo docente. Entonces las transferencias a las
provincias serán de 1.350 millones de pesos y no de
ese monto más 660 millones, como en realidad va a
ser. Esta es la pura verdad, y no va en contra de las
provincias sino a favor de sus habitantes, porque
debemos trabajar para que haya un buen manejo desde
los estados provinciales, cualquiera sea el sector
político que tenga la responsabilidad de gobernar.
Además de esta cuestión
del fondo docente está el tema de la refinanciación
de las deudas de las provincias. Los intereses que
están pagando son elevadísimos, y no van a bajar
simplemente porque la Nación dé un aval; lo que se
va a hacer es trasladar el riesgo provincia al riesgo
Nación. Diferente es si, por ejemplo, se empieza a
cumplir con el pacto fiscal del año 1993 y parte de
los dineros que van a las provincias sobre todo
las que incumplieron con dicho pacto- se retiene para
formar un fondo de garantía que mejore el crédito y
permita bajar las tasas de interés. Lo demás es
artificial, no se va a lograr.
Por lo expuesto, voy a
insistir con la propuesta que efectuamos en el
momento de tratarse el paquete impositivo. Teniendo
en cuenta que ahora ya se han votado estos impuestos,
parte de estos 1.200 millones que quedaron liberados
podrían ir al fondo de garantía para la
reestructuración de las deudas provinciales y el
resto a los jubilados. Es hora de que se asigne una
partida de 500 o 600 millones de pesos para empezar a
cumplir con las personas que tienen los niveles
jubilatorios más bajos, y para comenzar a pagar las
sentencias. Se están acumulando sentencias impagas a
favor de gente que tiene 70, 75 u 80 años, y esto
también implica un aumento de la deuda pública. Se
está pateando el problema hacia adelante. Qué mejor
uso de los recursos que pagar estas sentencias en
efectivo, cancelar deudas y dar una satisfacción a
esta gente de edad avanzada, con la que la sociedad
argentina ha incumplido.
Este es el mayor defecto que
tiene este proyecto de ley de presupuesto, que sigue
postergando, como lo ha venido haciendo y asumo
la responsabilidad que me compete desde el año 1995-
una solución al problema de los jubilados. La única
forma de resolver esta situación es volver a tratar
este tema, a fin de adoptar medidas que obliguen a
las provincias que incumplieron con el pacto fiscal
de 1993 a hacer el ajuste correspondiente. Este
ajuste sólo puede ser hecho en el año 2000, de lo
contrario las provincias y la Nación van a estar en
muy mala situación en el año 2001. Recordemos que
ese va a ser un año electoral porque se renueva el
Senado de la Nación y la Cámara de Diputados. Por
lo tanto, la única oportunidad de hacer una tarea
seria en las provincias, enderezada a reducir los
gastos donde están excedidos y a reestructurar los
pasivos con el apoyo de un fondo de garantía, para
que bajen las tasas de interés y se alarguen los
plazos, es el año 2000. Si este presupuesto y las
decisiones que se tomen en el contexto de él no
incluye a esos incentivos y a esas medidas que
induzcan el necesario ajuste de las provincias, sus
ciudadanos y los de la Nación toda van a sufrir las
consecuencias.
Como bien dijo ayer el
señor diputado Lamberto, es limitada la capacidad de
contribuir de todos los sectores productivos de la
Argentina y de los generadores de ingresos. No hay
que confiar en que este paquete impositivo va a dar
el resultado que se anticipa, porque ya estamos
tratando de recaudar para financiar un nivel de gasto
del 33 por ciento del ingreso nacional. Sólo los
países muy avanzados son capaces a través de
impuestos de financiar semejante nivel de gastos.
Yo diría que la Argentina
no va a conseguir formas tributarias de financiar un
nivel de gastos mayor al 30 por ciento del producto
bruto; tengo dudas de que lo logre conseguir de
manera sostenida.
Por eso nosotros vamos a
insistir en que en el contexto de la ley de
presupuesto se contemple nuestro proyecto, planteado
como alternativa al paquete impositivo, propuesto
ayer como una enmienda parcial al compromiso fiscal.
No se necesita modificar el compromiso fiscal porque
esta retención que nosotros proponemos hacer de cien
millones de pesos por mes a las provincias que hayan
incumplido el Pacto Federal Fiscal de 1993 tiene su
fundamento legal en el mismo pacto, que es una ley
convenio, que fuera aprobada por el Congreso de la
Nación y cada una de las provincias. Y nosotros,
como representantes del pueblo, tenemos derecho a
contemplar cuál es el mecanismo que haga obligatorio
el cumplimiento de ese Pacto Fiscal anterior.
¿Quién nos va a creer que
se va a cumplir el compromiso federal o esta ley de
presupuesto si no comenzamos induciendo el
cumplimiento, por lo menos hacia el futuro, de los
pactos federales anteriores?
Reitero que esta propuesta
no va a en contra de los ciudadanos de las provincias
argentinas o de la ciudad de Buenos Aires; va a favor
de ellos. Porque no nos confundamos: las provincias
son sus fuerzas productivas, son sus trabajadores,
los ciudadanos, sus vecinos. Nos vamos a equivocar
mucho si confundimos a las provincias con las
burocracias provinciales.
Las burocracias provinciales
crean mucha injusticia porque en la medida en que se
fijan sueldos de 15 mil pesos para legisladores,
jueces y gobernadores como ocurre en algunas
provincias se está cometiendo un acto de tremenda
injusticia en contra de la gente que gana 500 ó 600
pesos, y a veces ni siquiera esto, trabajando en el
campo, en la industria o en los servicios en las
provincias.
Por eso es fundamental que
no dejemos pasar esta oportunidad. No podemos volver
a tener esta discusión al final del año 2000,
porque en ese momento no habrá solución y será
políticamente imposible encarar el ajuste que se
necesita hacer en las provincias. Además, si lo
decidimos, tendremos oportunidad de empezar a cumplir
en el año 2000 con los jubilados, que desde el año
1995 en conjunto vienen recibiendo la misma cantidad
de dinero, pese a que muchos nuevos jubilados se
incorporaron en estos último cinco años y pese a
que fueron saliendo sentencias que exigirían el pago
temprano, por la edad avanzada de los beneficiarios
de esas sentencias, de lo que la sociedad argentina
les adeuda.
Ese es el tema que el bloque
de Acción por la República volverá a plantear en
ocasión de la discusión en particular de este
proyecto. (Aplausos.)
Sr. CAVALLO.- Pido la
palabra por haber sido aludido.
Sr. PRESIDENTE
(Cafiero).- Tiene la palabra el señor diputado
por la Capital.
Sr. CAVALLO.- Señor
presidente: quiero destacar que me referí, en primer
término, a las erogaciones previsionales realizadas
entre 1991 y 1995, que se triplicaron porque existió
la decisión política de cumplir con las leyes
jubilatorias que crearon derechos a los pasivos
según el momento en que cesaron en sus actividades.
Después manifesté que quedaron constantes desde
1995 en adelante por imperio de la ley de solidaridad
previsional y las decisiones presupuestarias de cada
año.
Esas erogaciones
previsionales son independientes de la reforma que se
realizó. No es que hayan aumentado por la reforma
previsional; esas eran las obligaciones que tenía el
Estado argentino y que debían ser financiadas de
alguna manera porque se sancionaron leyes que crearon
ciertos derechos y porque muchos de los trabajadores
habían efectuado aportes, pero esos dineros no se
habían ahorrado para dar respaldo a esas
obligaciones.
En todo caso, la reforma
previsional sí afectó los ingresos del sistema, que
nada tiene que ver con el nivel de erogaciones. Pero
los ingresos del sistema previsional se tienen que
nutrir como está ocurriendo- no de los aportes
de los trabajadores; si estos aportes no van a sus
cuentas individuales vamos a crear el mismo problema
que se generó durante décadas y que llevó a que
los jubilados de hoy no tengan un respaldo para sus
derechos.
La reforma previsional
devolvió a los trabajadores la posibilidad de
ahorrar sus aportes y que sean invertidos para que
brinden un respaldo al derecho que tendrán de cobrar
una jubilación.
Esto nos obliga a pensar que
a las jubilaciones actuales hay que financiarlas con
el aporte de todos y no de los que se van a jubilar
mañana. ¿Cómo vamos a quitar respaldo a las
futuras jubilaciones para cumplir con las
obligaciones que la sociedad argentina tiene con los
jubilados de hoy?
Por eso, los impuestos
generales, los recursos que se captan a través de
los gravámenes, son los que deben destinarse al
sistema previsional para cumplir con las
jubilaciones. Pero si esos recursos se aplican a
otros ámbitos y a los únicos que ponemos un techo
cuando decidimos los niveles del gasto es a los
jubilados, va a ocurrir lo que sucedió en los
últimos cinco años: estos y nadie más serán los
que contribuyan a que no aumente el gasto público
total.
Por ello, bienvenida una
discusión sobre la reforma previsional, si es que la
quieren hacer. Seguramente puede ser perfeccionada,
pero no volvamos hacia atrás en el sentido de
utilizar el dinero de los que se van a jubilar
mañana -es decir, los trabajadores de hoy- para
cumplir con el pago de una deuda que debería ser
cubierta con el aporte de todos, a través de los
impuestos.
Hay que ser muy prudentes
con los impuestos para luchar contra la evasión.
También es preciso que seamos prudentes con el gasto
para que no se despilfarre un dinero que es limitado.
Al respecto reitero lo que en el día de ayer
señalara el señor diputado Lamberto: por más que
sancionemos leyes impositivas, decretos o lo que
fuere, la capacidad contributiva de una sociedad y de
una economía en un cierto momento de su desarrollo
es limitada, y en consecuencia cuando se está por
encima de esa capacidad no se recauda más. Si bien
el tema previsional debe ser discutido, esto no puede
significar una postergación de las responsabilidades
que tenemos en el ámbito presupuestario -que es lo
que ahora estamos discutiendo- en el sentido de ser
ecuánimes respecto de los límites fijados al
conjunto de acreedores. Se trata no sólo de los
acreedores externos sino también de los jubilados,
pues éstos -como todo aquel que demanda políticas
sociales- también son acreedores que deberán ser
atendidos con urgencia.